Beato Carlos Manuel 35
Devociones, piedad popular y participación liturgia (2)
Las devociones deben ser acciones que dispongan a la celebración litúrgica y después de la celebración como su prolongación. Sigue diciendo, guiado por el magisterio de Pío XII:
«Estas devociones o ejercicios piadosos pueden enriquecerse mediante un mejor conocimiento, práctica y aprecio de la vida litúrgica, y por tanto pueden servir como preparación a la celebración litúrgica o como extensión y desbordamiento de ella, en vez de obstaculizarla y pretender sustituirla. Ya Pío XII nos ha advertido lo siguiente: “La oración litúrgica, siendo oración pública de la ínclita Esposa de Jesucristo, tiene una dignidad mayor que las oraciones privadas; pero esta superioridad no quiere decir que entre estos dos géneros de oración haya contraste u oposición. Si (los ejercicios de piedad) pusiesen obstáculo a los principios y normas del culto divino, o los impidiesen y estorbasen, entonces hay que creer sin duda que no están ordenados y dirigidos por un recto criterio ni por un celo prudente. Haría algo pernicioso y totalmente erróneo quien con temeraria presunción se atreviera a reformar todos estos ejercicios de piedad, reduciéndolos a solos esquemas y formas litúrgicas. Con todo, es necesario que el espíritu de la Sagrada Liturgia, de tal manera influya benéficamente sobre ellos, que no se introduzca nada inútil o indigno del decoro que se debe a la casa de Dios, contrario a las sagradas funciones u opuesto a la sana piedad”».
Respecto a la piedad popular y participación litúrgica, en el contexto histórico de nuestro Beato, se manifiestan también las dificultades de la relación entre liturgia y piedad popular. Carlos Manuel es consciente del valor positivo de las devociones y por ello ubica también las devociones populares dentro del camino de la renovación.
(cf. Tesina de licenciatura de Yoni Palomino Bolívar, «Vivimos para esa noche”: Beato Carlos Manuel Rodríguez, Un apóstol contemporáneo de la liturgia).
Las devociones deben ser acciones que dispongan a la celebración litúrgica y después de la celebración como su prolongación. Sigue diciendo, guiado por el magisterio de Pío XII:
«Estas devociones o ejercicios piadosos pueden enriquecerse mediante un mejor conocimiento, práctica y aprecio de la vida litúrgica, y por tanto pueden servir como preparación a la celebración litúrgica o como extensión y desbordamiento de ella, en vez de obstaculizarla y pretender sustituirla. Ya Pío XII nos ha advertido lo siguiente: “La oración litúrgica, siendo oración pública de la ínclita Esposa de Jesucristo, tiene una dignidad mayor que las oraciones privadas; pero esta superioridad no quiere decir que entre estos dos géneros de oración haya contraste u oposición. Si (los ejercicios de piedad) pusiesen obstáculo a los principios y normas del culto divino, o los impidiesen y estorbasen, entonces hay que creer sin duda que no están ordenados y dirigidos por un recto criterio ni por un celo prudente. Haría algo pernicioso y totalmente erróneo quien con temeraria presunción se atreviera a reformar todos estos ejercicios de piedad, reduciéndolos a solos esquemas y formas litúrgicas. Con todo, es necesario que el espíritu de la Sagrada Liturgia, de tal manera influya benéficamente sobre ellos, que no se introduzca nada inútil o indigno del decoro que se debe a la casa de Dios, contrario a las sagradas funciones u opuesto a la sana piedad”».
Respecto a la piedad popular y participación litúrgica, en el contexto histórico de nuestro Beato, se manifiestan también las dificultades de la relación entre liturgia y piedad popular. Carlos Manuel es consciente del valor positivo de las devociones y por ello ubica también las devociones populares dentro del camino de la renovación.
(cf. Tesina de licenciatura de Yoni Palomino Bolívar, «Vivimos para esa noche”: Beato Carlos Manuel Rodríguez, Un apóstol contemporáneo de la liturgia).