Lectio Divina
La alegoría de la vid es muy común en la tradición profética de Israel. Servía para designar al pueblo de Israel, como pueblo elegido por Dios. En boca de Jesús, esta alegoría afirma que Él es la verdadera viña, que el verdadero pueblo ya no es Israel, sino la comunidad fundada por Jesús: A ella son llamados todos los humanos. La pertenencia a esta comunidad de Jesús no depende de una herencia por la sangre, sino de la participación en la vida de Jesús.
Dos acciones se le atribuyen al Padre: corta las ramas que no dan fruto y poda las ramas fructíferas, para que den más fruto. El Padre poda a los que ama, corta nuestros brotes malignos: soberbia, avaricia, lujuria, comodidad, pereza, etc. También, somos podados por medio de las cruces que la vida y por los demás, incluso nosotros mismos debemos intervenir en nuestra propia poda. El seguimiento de Jesús exige renuncia. Si alguno quiere venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz, y me siga (Mt 16, 24).
Dos acciones se le atribuyen al Padre: corta las ramas que no dan fruto y poda las ramas fructíferas, para que den más fruto. El Padre poda a los que ama, corta nuestros brotes malignos: soberbia, avaricia, lujuria, comodidad, pereza, etc. También, somos podados por medio de las cruces que la vida y por los demás, incluso nosotros mismos debemos intervenir en nuestra propia poda. El seguimiento de Jesús exige renuncia. Si alguno quiere venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz, y me siga (Mt 16, 24).
Para dar frutos verdaderos tenemos que permanecer unidos a Jesús, como Él lo está siempre con el Padre; morir con Él al pecado, que nos esclaviza; y resucitar con Él a la vida verdadera. Para ir muriendo a nuestras esclavitudes, debemos dejarnos podar por el Padre y colaborar con esas renuncias por un seguimiento de Jesús más purificado. Hemos de aceptar la “poda que la vida nos impone” como algo útil y necesario para desprendernos de tanta cosa que nos impide caminar en los pasos de Jesús. Entender la renuncia a nuestros vicios como una liberación de un peso que nos frena y nos impide ser libres para caminar mejor.
Jesús, enséñanos a aceptar la “poda” de nuestros vicios, que el Padre quiere realzar en nosotros. Enséñanos a seguirte por el camino de la renuncia a tanta cosa, que nos apega demasiado a lo terreno: dinero, preocupaciones, insensibilidad ante las necesidades del prójimo.
A Jesús, que nos ofrece su misma vida, a condición de que estemos unidos a Él. A Jesús, que nos trasmite el amor del Padre y la vida auténtica y total. A ti mismo, tan necesitado de liberación en tantos aspectos: miedo, temores, pecados, rutina.
Da gracias a Jesús, que te ofrece la verdadera vida. Repite muchas veces la exhortación de Jesús: “Permanezcan en mi amor”.