Lectio Divina
Éste es el último domingo del Año litúrgico, el próximo comenzará el Adviento, como tiempo de preparación a la venida del Señor en Navidad. Este domingo es un reconocimiento a la soberanía de Jesús, constituido por el Padre como Rey de todo lo creado. Además, es una enseñanza práctica para nosotros: la glorificación de nuestra vida pasa necesariamente por la cruz.
Lucas nos describe la escena a través de los personajes. Como una cámara fotográfica, que va tomando todos los planos, de lejos y de cerca, nos presenta los diversos grupos y personas, en torno a la cruz. Al fondo de la escena está el pueblo, curioseando. En otro plano, vemos a los jefes y soldados, que se burlan de Jesús. Cerca de Jesús, los dos malhechores, con actitudes diferentes. En medio, Jesús, el Rey, en el trono de la cruz, en actitud de servir, no de dominar como los reyes de la tierra.
Lucas nos describe la escena a través de los personajes. Como una cámara fotográfica, que va tomando todos los planos, de lejos y de cerca, nos presenta los diversos grupos y personas, en torno a la cruz. Al fondo de la escena está el pueblo, curioseando. En otro plano, vemos a los jefes y soldados, que se burlan de Jesús. Cerca de Jesús, los dos malhechores, con actitudes diferentes. En medio, Jesús, el Rey, en el trono de la cruz, en actitud de servir, no de dominar como los reyes de la tierra.
¿En qué personaje se refleja mi vida? Tal vez, el que mejor me refleja será el del buen ladrón. Aunque pueda ser que tenga rasgos de fariseísmo al no entender la sabiduría de la cruz. ¿Cómo acepto mi vida: problemas, sufrimientos, enfermedades, contradicciones? ¿Me quejo a Dios o me quejo de Dios? ¿Trato de comprender la “sabiduría de la cruz”? ¿Le pido al Señor que sea capaz de vivirla? ¿Cómo entiendo eso del servir para reinar? ¿Me agrada servir o que me sirvan?
Jesús, que yo aprenda esa difícil sabiduría de la cruz. Quiero ofrecerte todo lo que me hace sufrir y unirme así a tu estilo de vivir el plan del Padre. Sé que, al mirarte y contemplarte en la cruz, me das la lección de la vida y de la resurrección. Por eso, cuando los problemas me aturden, te miraré y te contemplaré, para que llegue la paz a mi vida y me una a tu dolor en bien de todos.
Contempla a Jesús crucificado, Él es la mejor medicina para aceptar mi sufrimiento. Y, confiado como Jesús, diré muchas veces: En tus manos, Padre, encomiendo mi espíritu (Lc 23, 46).
Viviré cada día en actitud de servicio gratuito y desinteresado, como Jesús.
