Lectio Divina
Lucas es el único evangelista que nos relata este encuentro de Jesús con los diez leprosos. Jesús va camino de Jerusalén, pasando entre Galilea y Samaría. Lucas une así las tres regiones o provincias (Jerusalén era capital de la provincia de Judea). Tal vez, este apunte geográfico nos quiere decir que el mensaje y la actuación salvadora de Jesús (que va a consumar en Jerusalén) es para todos. El tema central de este relato es la gratitud. Diez leprosos quedan limpios, más sólo uno regresa a agradecer a Jesús este favor tan significativo en su vida.
¿Con qué personaje me identifico más? ¿Con qué actitud me presento habitualmente ante Dios? ¿Reconozco todos los dones que el Padre me regala, y, sobre todo, el mayor regalo de su Hijo Jesús? ¿Cuánto tiempo dedico cada día a la alabanza y al agradecimiento por lo que soy, gracias al amor que mi Padre me tiene y me manifiesta en Jesús?
Dedico estos minutos a agradecer al Señor vivamente por todo lo que me ha regalado y me sigue regalando: ser hijo suyo por el bautismo, discípulo y hermano de su Hijo Jesús, hermano con los hermanos, las personas, y más, los cristianos. Recuerda el himno que Pablo trae al principio de su carta a los Efesios (1,3-14): “Él nos eligió en Cristo... él nos destinó... movido por su amor... para ser un himno de alabanza a la gloriosa gracia que derramó sobre nosotros por medio de su Hijo querido”. Debo reconocer y agradecer al Señor todos los dones que me otorga gratuitamente.
A Jesús, que hace el bien a todos sin discriminar por causa de la nacionalidad o de la situación en que se encuentra. A Jesús que es el mejor regalo que el Padre nos da. Al Padre, que, movido por su amor, nos eligió, nos predestinó en su Hijo Jesús para ser alabanza de su gloria. Al Espíritu, que en Él hemos sido sellados y es garantía de nuestra gloria.
Quiero que mi vida (actitudes, sentimientos, intenciones, obras...) sea un himno de alabanza a su gloria (Ef 1,6). Cada día y a lo largo del día haré actos de confianza, de agradecimiento y de entrega al Padre el Amante, a Jesús el Amado y al Espíritu Santo el Amor (San Agustín).