Lectio Divina
El relato del Evangelio de hoy confirma el cumplimiento de las promesas de Jesús a sus discípulos. Ellos estaban atemorizados (con las puertas cerradas) después de la crucifixión. Pero llega Jesús Resucitado a transformar su existencia: les dona la paz, les entrega el don del Espíritu Santo y les concede el poder de perdonar los pecados.
Si con un acto radical de fe, me entregara del todo a Jesús Resucitado, mi vida sería otra. Si con un acto radical de fe, me decidiera a experimentar la paz y el perdón del Resucitado... Si con un acto radical de fe, me dejara conducir por la Palabra y el Espíritu, podría experimentar la bienaventuranza: Dichosos los que han creído sin haber visto.
Jesús Resucitado, quiero decirte que no necesito milagros para entregarme y confiar en Ti. Tú eres el mayor milagro de toda la historia, porque el Padre te resucitó para que también nosotros resucitemos contigo. ¡Señor mío y Dios mío! ¡Mi Dios y todas mis cosas! ¡Tú eres el Bien, todo Bien, Señor Dios, vivo y verdadero!
A Jesús, que te muestra las llagas de su dolor en tantos que sufren. A las personas de tu entorno. ¿Ves que sufren en su cuerpo, en sus sentimientos, en su fe? ¿Ves que andan desviados del Resucitado? ¿Ves que caminan sin rumbo? En espíritu, descubre en ellos al Resucitado, ámalos, perdónalos, compréndelos, introdúcelos en la llaga gloriosa del costado de Jesús glorificado.
Daré testimonio del Resucitado con mis obras. Sacaré de mi interior: dudas, complejos, miedos, resistencias, perezas. Diré confiado y entregado: “¡Señor mío y Dios mío!”, y cantaré con el salmista: “Éste es el día en que actuó el Señor”.