Lectio Divina
Marcos dedica la segunda parte de su Evangelio a presentar a Jesús como el “Mesías sufriente”. Por eso, desde el 8, 31 en adelante, nos irá describiendo el camino de Jesús hacia Jerusalén, donde Jesús descubre a sus discípulos el camino de la cruz y les propone la renuncia a sí mismo y a cargar la cruz como él, para seguirle, para ser sus discípulos.
En el evangelio que leemos hoy, Marcos nos describe la Transfiguración de Jesús. Un relato que tiene la intención de dar ánimo a los discípulos más íntimos, que necesitan rehacerse del golpe sufrido por la predicción de Jesús sobre su fin en la cruz.
En el evangelio que leemos hoy, Marcos nos describe la Transfiguración de Jesús. Un relato que tiene la intención de dar ánimo a los discípulos más íntimos, que necesitan rehacerse del golpe sufrido por la predicción de Jesús sobre su fin en la cruz.
Hoy nos invita la Palabra, sobre todo, a la contemplación de Jesús en su transfiguración. Todo en la vida de Jesús es resurrección. El acontecimiento de la transfiguración es un signo de la vida gloriosa de Jesús. Nos quedamos como los discípulos, maravillados de la presencia luminosa de Jesús. ¡Qué bien estamos con Él! El gozo de la oración, del encuentro con Jesús, ha de perdurar en nuestra vida para ir dominando las contrariedades que nos puedan llegar.
Gracias, Jesús, por esta revelación que nos haces. Con frecuencia quedamos envueltos y golpeados por nuestros temores. Pero sabemos que Tú vives en nosotros para hacer resplandecer nuestra oscuridad y dar ánimo a nuestra existencia. Que nos dejemos siempre iluminar por el resplandor de tu luz y por la energía de tu resurrección.
A Jesús, resplandeciente, luminoso, bello. Que transforma toda nuestra vida. A cada uno de nosotros que, como Pedro, Santiago y Juan, gozamos con el encuentro de luz con el Señor, pero decaemos y nos desanimamos.
Me dejo invitar por Jesús para subir a la montaña del encuentro con Él y con el Padre. Disfrutar del tiempo de oración-contemplación: “¡Qué bien estoy aquí!”