SOLEMNIDAD DE SAN PEDRO Y SAN PABLO, APÓSTOLES
29 DE JUNIO DE 2025
¡Adelante... con fe! |
Hoy celebramos la Solemnidad de san Pedro y san Pablo, apóstoles. En el Evangelio, tomado de san Mateo 16, 13-19, establece Jesús claramente: «... sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará.»
Promesa que ha sido cumplida una y otra vez. Pues ninguna fuerza, por maligna o poderosa que sea, ha podido, ni podrá jamás destruir la Iglesia que Jesús estableció, derramando su Sangre Preciosa. Ahora bien, cuando los propios cristianos no conocemos la verdad del Evangelio o somos indiferentes o la manipulamos, la Iglesia se debilita. También se debilita ante el fanatismo religioso y cuando juzgamos al pecador, sin reconocer que todos somos pecadores. Se debilita por la falta de protección al más débil, la falta de solidaridad, o cuando ponemos la fe en los políticos de turno, como si fueran una especie de ‘enviados’. Cuando esto sucede, no sólo los fieles nos privamos de una vida de paz y fortaleza espiritual, sino que el mundo también sufre. Pues se lleva la falsa impresión de que Dios está muy lejos y que no quiere intervenir en las cosas del mundo. Bien sabemos que Dios está presente en el mundo a través de su Iglesia. San Pedro y san Pablo son los dos pilares principales sobre los que está edificada la Iglesia de Jesucristo. Ellos dieron su vida por la Iglesia y nosotros estamos llamados a vivir como Cuerpo de Cristo y dar a conocer la presencia de Jesús en este mundo. Hoy, Jesús te pregunta: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?» Si estás en sintonía con Pedro, entonces estás llamado a proclamar la Buena Noticia, haciendo que se note que la Iglesia es el Cuerpo vivo que Dios quiso establecer. Vivir el valor de la unidad no es fácil, pero sabemos que Dios es siempre fiel a sus promesas. ¡Adelante con fe! Diácono Richie |
Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 12, 1-11
“Era verdad: el Señor me ha liberado de las manos de Herodes”
En aquellos días, el rey Herodes se puso a perseguir a algunos miembros de la Iglesia. Hizo pasar a cuchillo a Santiago, hermano de Juan. Al ver que esto agradaba a los judíos, decidió detener a Pedro. Era la semana de Pascua. Mandó prenderlo y meterlo en la cárcel, encargando de su custodia a cuatro piquetes de cuatro soldados cada uno; tenía intención de presentarlo al pueblo pasadas las fiestas de Pascua. Mientras Pedro estaba en la cárcel bien custodiado, la Iglesia oraba insistentemente a Dios por él.
La noche antes de que lo sacara Herodes, estaba Pedro durmiendo entre dos soldados, atado con cadenas. Los centinelas hacían guardia a la puerta de la cárcel.
De repente, se presentó el ángel del Señor, y se iluminó la celda. Tocó a Pedro en el hombro, lo despertó y le dijo:
– «Date prisa, levántate.»
Las cadenas se le cayeron de las manos, y el ángel añadió:
– «Ponte el cinturón y las sandalias.»
Obedeció, y el ángel le dijo:
– «Échate el manto y sígueme.»
Pedro salió detrás, creyendo que lo que hacía el ángel era una visión y no realidad. Atravesaron la primera y la segunda guardia, llegaron al portón de hierro que daba a la calle, y se abrió solo. Salieron, y al final de la calle se marchó el ángel.
Pedro recapacitó y dijo:
– «Pues era verdad: el Señor ha enviado a su ángel para librarme de las manos de Herodes y de la expectación de los judíos.»
“Era verdad: el Señor me ha liberado de las manos de Herodes”
En aquellos días, el rey Herodes se puso a perseguir a algunos miembros de la Iglesia. Hizo pasar a cuchillo a Santiago, hermano de Juan. Al ver que esto agradaba a los judíos, decidió detener a Pedro. Era la semana de Pascua. Mandó prenderlo y meterlo en la cárcel, encargando de su custodia a cuatro piquetes de cuatro soldados cada uno; tenía intención de presentarlo al pueblo pasadas las fiestas de Pascua. Mientras Pedro estaba en la cárcel bien custodiado, la Iglesia oraba insistentemente a Dios por él.
La noche antes de que lo sacara Herodes, estaba Pedro durmiendo entre dos soldados, atado con cadenas. Los centinelas hacían guardia a la puerta de la cárcel.
De repente, se presentó el ángel del Señor, y se iluminó la celda. Tocó a Pedro en el hombro, lo despertó y le dijo:
– «Date prisa, levántate.»
Las cadenas se le cayeron de las manos, y el ángel añadió:
– «Ponte el cinturón y las sandalias.»
Obedeció, y el ángel le dijo:
– «Échate el manto y sígueme.»
Pedro salió detrás, creyendo que lo que hacía el ángel era una visión y no realidad. Atravesaron la primera y la segunda guardia, llegaron al portón de hierro que daba a la calle, y se abrió solo. Salieron, y al final de la calle se marchó el ángel.
Pedro recapacitó y dijo:
– «Pues era verdad: el Señor ha enviado a su ángel para librarme de las manos de Herodes y de la expectación de los judíos.»
Salmo 33, 2-3. 4-5. 6-7. 8-9
R/. El Señor me libró de todas mis ansias.
Bendigo al Señor en todo momento, su alabanza está siempre en mi boca; mi alma se gloría en el Señor: que los humildes lo escuchen y se alegren. R/.
Proclamad conmigo la grandeza del Señor, ensalcemos jumas su nombre. Yo consulté al Señor, y me respondió, me libró de todas mis ansias. R/.
Contempladlo, y quedaréis radiantes, vuestro rostro no se avergonzará. Si el afligido invoca al Señor, él lo escucha y lo salva de sus angustias. R/.
El ángel del Señor acampa en torno a sus fieles y los protege. Gustad y ved qué bueno es el Señor, dichoso el que se acoge a él. R/.
R/. El Señor me libró de todas mis ansias.
Bendigo al Señor en todo momento, su alabanza está siempre en mi boca; mi alma se gloría en el Señor: que los humildes lo escuchen y se alegren. R/.
Proclamad conmigo la grandeza del Señor, ensalcemos jumas su nombre. Yo consulté al Señor, y me respondió, me libró de todas mis ansias. R/.
Contempladlo, y quedaréis radiantes, vuestro rostro no se avergonzará. Si el afligido invoca al Señor, él lo escucha y lo salva de sus angustias. R/.
El ángel del Señor acampa en torno a sus fieles y los protege. Gustad y ved qué bueno es el Señor, dichoso el que se acoge a él. R/.
Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a Timoteo 4, 6-8. 17-18
“Ahora me aguarda la corona merecida”
Querido hermano:
Yo estoy a punto de ser sacrificado, y el momento de mi partida es inminente. He combatido bien mi combate, he corrido hasta la meta, he mantenido la fe. Ahora me aguarda la corona merecida, con la que el Señor, juez justo, me premiará en aquel día; y no sólo a mí, sino a todos los que tienen amor a su venida.
El Señor me ayudó y me dio fuerzas para anunciar íntegro el mensaje, de modo que lo oyeran todos los gentiles. Él me libró de la boca del león. El Señor seguirá librándome de todo mal, me salvará y me llevará a su reino del cielo. A él la gloria por los siglos de los siglos. Amén.
“Ahora me aguarda la corona merecida”
Querido hermano:
Yo estoy a punto de ser sacrificado, y el momento de mi partida es inminente. He combatido bien mi combate, he corrido hasta la meta, he mantenido la fe. Ahora me aguarda la corona merecida, con la que el Señor, juez justo, me premiará en aquel día; y no sólo a mí, sino a todos los que tienen amor a su venida.
El Señor me ayudó y me dio fuerzas para anunciar íntegro el mensaje, de modo que lo oyeran todos los gentiles. Él me libró de la boca del león. El Señor seguirá librándome de todo mal, me salvará y me llevará a su reino del cielo. A él la gloria por los siglos de los siglos. Amén.
Tú eres Pedro,
y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia,
y el poder del infierno no la derrotará.
+ Lectura del santo evangelio según san Mateo 16, 13-19
“Tú eres Pedro, y te daré las llaves del reino de los cielos”
En aquel tiempo, al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos:
– «¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?»
Ellos contestaron:
– «Unos que Juan Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o uno de los profetas.»
Él les preguntó:
– «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?»
Simón Pedro tomó la palabra y dijo:
– «Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo.»
Jesús le respondió:
– «¡Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado nadie de carne y hueso, sino mi Padre que está en el cielo.
Ahora te digo yo:
Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará.
Te daré las llaves del reino de los cielos; lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo, y lo que desates en la tierra quedará desatado en el cielo.»