V DOMINGO DURANTE EL AÑO (CICLO C)
9 DE FEBRERO DE 2025
¡Adelante... con fe! |
Este es uno de esos relatos que nos ayudan a entender como obra Dios. En el Evangelio de hoy, san Lucas 5, 1-11, Pedro comprendió que Jesús lo ayudó a pescar, milagrosamente. Entonces, no se limitó a demostrar asombro, sino que cayó de rodillas y confesó su pecado. Sus faltas e imperfecciones quedaron en evidencia ante Jesús.
Pero la historia no termina aquí, Pedro no se quedó triste y abatido en el suelo. Al escuchar la confesión, Jesús le dijo suavemente: «No temas; desde ahora serás pescador de hombres.» Jesús no lo rechazó, ni pensó buscar a alguien más cualificado. Sino que derramó su amor y su misericordia y Pedro lo siguió. A veces no nos acercamos a Jesús por vergüenza o miedo y este pasaje viene a darnos esperanza. El amor de Jesús por ti y por mí es tan puro y lleno de misericordia, que no hay espacio para el rechazo. Todo lo que Él desea es perdonarte y sanarte el corazón de todo aquello que no es de Él. Hermanos, todos somos “pescadores de hombres” por lo que nos toca evangelizar, sobre todo a nuestros niños y jóvenes. Recientemente me encontré con la tierna escena de una abuela conversando con su nieta. La niña vio un afiche en la Capilla y preguntó sobre las indulgencias en este Año Jubilar de la Esperanza. Aprovecharon que yo estaba allí para que les hablara de las consecuencias del pecado. Les traje la analogía de la madera, que se le sacan los clavos con la confesión, pero queda una marca. Esas son las consecuencias, que debemos borrar con las indulgencias. Dice el Papa Francisco: “Estamos llamados a ser signos tangibles de esperanza, para tantos hermanos y hermanas que viven en condiciones de penuria.” La invitación es clara: «Rema mar adentro, y echad las redes para pescar.» ¡Adelante con fe! Diácono Richie |
Lectura del libro de Isaías 6, 1-2a. 3-8
“Aquí estoy, mándame”
El año de la muerte del rey Ozías, vi al Señor sentado sobre un trono alto y excelso: la orla de su manto llenaba el templo.
Y vi serafines en pie junto a él. Y se gritaban uno a otro, diciendo:
– «¡Santo, santo, santo, el Señor de los ejércitos, la tierra está llena de su gloria!»
Y temblaban los umbrales de las puertas al clamor de su voz, y el templo estaba lleno de humo.
Y yo dije:
– «¡Ay de mí, estoy perdido! Yo, hombre de labios impuros, que habito en medio de un pueblo de labios impuros, he visto con mis ojos al Rey y Señor de los ejércitos.»
Y voló hacia mí uno de los serafines, con un ascua en la mano, que había cogido del altar con unas tenazas; la aplicó a mi boca y me dijo:
– «Mira; esto ha tocado tus labios, ha desaparecido tu culpa, está perdonado tu pecado.»
Entonces, escuché la voz del Señor, que decía:
– «¿A quién mandaré? ¿Quién irá por mí?»
Contesté:
– «Aquí estoy, mándame.»
“Aquí estoy, mándame”
El año de la muerte del rey Ozías, vi al Señor sentado sobre un trono alto y excelso: la orla de su manto llenaba el templo.
Y vi serafines en pie junto a él. Y se gritaban uno a otro, diciendo:
– «¡Santo, santo, santo, el Señor de los ejércitos, la tierra está llena de su gloria!»
Y temblaban los umbrales de las puertas al clamor de su voz, y el templo estaba lleno de humo.
Y yo dije:
– «¡Ay de mí, estoy perdido! Yo, hombre de labios impuros, que habito en medio de un pueblo de labios impuros, he visto con mis ojos al Rey y Señor de los ejércitos.»
Y voló hacia mí uno de los serafines, con un ascua en la mano, que había cogido del altar con unas tenazas; la aplicó a mi boca y me dijo:
– «Mira; esto ha tocado tus labios, ha desaparecido tu culpa, está perdonado tu pecado.»
Entonces, escuché la voz del Señor, que decía:
– «¿A quién mandaré? ¿Quién irá por mí?»
Contesté:
– «Aquí estoy, mándame.»
Salmo 137, 1-2a. 2bc-3. 4-5. 7c-8
R/. Delante de los ángeles tañeré para ti, Señor.
Te doy gracias, Señor, de todo corazón; delante de los ángeles tañeré para ti, me postraré hacia tu santuario. R/.
Daré gracias a tu nombre: por tu misericordia y tu lealtad, porque tu promesa supera a tu fama; cuando te invoqué, me escuchaste, acreciste el valor en mi alma. R/.
Que te den gracias, Señor, los reyes de la tierra, al escuchar el oráculo de tu boca; canten los caminos del Señor, porque la gloria del Señor es grande. R/.
Tu derecha me salva. El Señor completará sus favores conmigo: Señor, tu misericordia es eterna, no abandones la obra de tus manos. R/.
R/. Delante de los ángeles tañeré para ti, Señor.
Te doy gracias, Señor, de todo corazón; delante de los ángeles tañeré para ti, me postraré hacia tu santuario. R/.
Daré gracias a tu nombre: por tu misericordia y tu lealtad, porque tu promesa supera a tu fama; cuando te invoqué, me escuchaste, acreciste el valor en mi alma. R/.
Que te den gracias, Señor, los reyes de la tierra, al escuchar el oráculo de tu boca; canten los caminos del Señor, porque la gloria del Señor es grande. R/.
Tu derecha me salva. El Señor completará sus favores conmigo: Señor, tu misericordia es eterna, no abandones la obra de tus manos. R/.
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios 15, 1-11
“Esto es lo que predicamos; esto es lo que habéis creído”
Os recuerdo, hermanos, el Evangelio que os proclamé y que vosotros aceptasteis, y en el que estáis fundados, y que os está salvando, si es que conserváis el Evangelio que os proclamé; de lo contrario, se ha malogrado vuestra adhesión a la fe.
Porque lo primero que yo os transmití, tal como lo había recibido, fue esto: que Cristo murió por nuestros pecados, según las Escrituras; que fue sepultado y que resucitó al tercer día, según las Escrituras; que se le apareció a Cefas y más tarde a los Doce; después se apareció a más de quinientos hermanos juntos, la mayoría de los cuales viven todavía, otros han muerto; después se le apareció a Santiago, después a todos los apóstoles; por último, se me apareció también a mí.
Porque yo soy el menor de los apóstoles y no soy digno de llamarme apóstol, porque he perseguido a la Iglesia de Dios.
Pero por la gracia de Dios soy lo que soy, y su gracia no se ha frustrado en mí. Antes bien, he trabajado más que todos ellos. Aunque no he sido yo, sino la gracia de Dios conmigo. Pues bien; tanto ellos como yo esto es lo que predicamos; esto es lo que habéis creído.
“Esto es lo que predicamos; esto es lo que habéis creído”
Os recuerdo, hermanos, el Evangelio que os proclamé y que vosotros aceptasteis, y en el que estáis fundados, y que os está salvando, si es que conserváis el Evangelio que os proclamé; de lo contrario, se ha malogrado vuestra adhesión a la fe.
Porque lo primero que yo os transmití, tal como lo había recibido, fue esto: que Cristo murió por nuestros pecados, según las Escrituras; que fue sepultado y que resucitó al tercer día, según las Escrituras; que se le apareció a Cefas y más tarde a los Doce; después se apareció a más de quinientos hermanos juntos, la mayoría de los cuales viven todavía, otros han muerto; después se le apareció a Santiago, después a todos los apóstoles; por último, se me apareció también a mí.
Porque yo soy el menor de los apóstoles y no soy digno de llamarme apóstol, porque he perseguido a la Iglesia de Dios.
Pero por la gracia de Dios soy lo que soy, y su gracia no se ha frustrado en mí. Antes bien, he trabajado más que todos ellos. Aunque no he sido yo, sino la gracia de Dios conmigo. Pues bien; tanto ellos como yo esto es lo que predicamos; esto es lo que habéis creído.
Venid y seguidme
–dice el Señor–
y os haré pescadores de hombres.
+ Lectura del santo evangelio según san Lucas 5, 1-11
“Dejándolo todo, lo siguieron”
En aquel tiempo, la gente se agolpaba alrededor de Jesús para oír la palabra de Dios, estando él a orillas del lago de Genesaret. Vio dos barcas que estaban junto a la orilla; los pescadores habían desembarcado y estaban lavando las redes.
Subió a una de las barcas, la de Simón, y le pidió que la apartara un poco de tierra. Desde la barca, sentado, enseñaba a la gente.
Cuando acabó de hablar, dijo a Simón:
– «Rema mar adentro, y echad las redes para pescar.»
Simón contestó:
– «Maestro, nos hemos pasado la noche bregando y no hemos cogido nada; pero, por tu palabra, echaré las redes.»
Y, puestos a la obra, hicieron una redada de peces tan grande que reventaba la red. Hicieron señas a los socios de la otra barca, para que vinieran a echarles una mano. Se acercaron ellos y llenaron las dos barcas, que casi se hundían. Al ver esto, Simón Pedro se arrojó a los pies de Jesús diciendo:
– «Apártate de mí, Señor, que soy un pecador.»
Y es que el asombro se había apoderado de él y de los que estaban con él, al ver la redada de peces que habían cogido; y lo mismo les pasaba a Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón.
Jesús dijo a Simón:
– «No temas; desde ahora serás pescador de hombres.»
Ellos sacaron las barcas a tierra y, dejándolo todo, lo siguieron.
–dice el Señor–
y os haré pescadores de hombres.
+ Lectura del santo evangelio según san Lucas 5, 1-11
“Dejándolo todo, lo siguieron”
En aquel tiempo, la gente se agolpaba alrededor de Jesús para oír la palabra de Dios, estando él a orillas del lago de Genesaret. Vio dos barcas que estaban junto a la orilla; los pescadores habían desembarcado y estaban lavando las redes.
Subió a una de las barcas, la de Simón, y le pidió que la apartara un poco de tierra. Desde la barca, sentado, enseñaba a la gente.
Cuando acabó de hablar, dijo a Simón:
– «Rema mar adentro, y echad las redes para pescar.»
Simón contestó:
– «Maestro, nos hemos pasado la noche bregando y no hemos cogido nada; pero, por tu palabra, echaré las redes.»
Y, puestos a la obra, hicieron una redada de peces tan grande que reventaba la red. Hicieron señas a los socios de la otra barca, para que vinieran a echarles una mano. Se acercaron ellos y llenaron las dos barcas, que casi se hundían. Al ver esto, Simón Pedro se arrojó a los pies de Jesús diciendo:
– «Apártate de mí, Señor, que soy un pecador.»
Y es que el asombro se había apoderado de él y de los que estaban con él, al ver la redada de peces que habían cogido; y lo mismo les pasaba a Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón.
Jesús dijo a Simón:
– «No temas; desde ahora serás pescador de hombres.»
Ellos sacaron las barcas a tierra y, dejándolo todo, lo siguieron.