Beato Carlos Manuel 27
La participación en la liturgia (3)
La renovación litúrgica implica redescubrir la naturaleza de la liturgia. No se trata sólo de simples adaptaciones o meros cambios externos. En su escrito sobre la vigilia pascual, Carlos M. decía: “¿Qué sucede? ¿Cabría pensar que el espíritu de la reforma litúrgica no se ha entendido bien y que simplemente se han cambiado horarios y ritos?”. Y eso lo decía aún antes de que se hubiera dado toda la reforma posterior al C. Vaticano II. Dicho Concilio haría de la participación de los fieles en la liturgia una de sus claves más importantes.
Nuestro Beato veía la participación activa vinculada a su dinámica sacrificial, pues en el sacrificio se encuentra el significado último de la participación activa y la participación fructuosa en la sagrada liturgia. Si la celebración litúrgica no fuese así, se convertiría en algo teatral, en un ritualismo, e incluso en una especie de sustitución del lugar central de la acción divina. Carlos Manuel cita en su escrito Liturgia base de la vida a uno de los grandes liturgistas de la época: “La redención de Cristo debe realizarse en nosotros. Lo cual no acontece como por medio de una mera “aplicación”, sino que es necesaria una comunión viva y operante en la obra de la redención de Cristo: pasiva en cuanto que el Señor la comunica, y activa ya que nosotros la participamos operativamente mediante una acción... Para esto nos dio el Señor los misterios del culto, es decir, las acciones que nosotros realizamos, y que el Señor al mismo tiempo (por medio de los sacerdotes de la Iglesia) realiza en nosotros. Por estas acciones se nos posibilita la participación de la manera más intensa y concreta, en un modo palpable materialmente a la par que en una forma espiritual, en la acción redentora del Señor [Odo Casel, El misterio del culto cristiano”.
Carlos M. tienen tan claro lo que significa participar en la liturgia, que afirmará que ésta implica cambio de mentalidad. Así lo subraya en su escrito sobre la vigilia pascual y su carta a Manolín: “Dice un autor que el movimiento litúrgico no es cuestión de cambio de prácticas, sino de cambio de mentalidad; una vez cambiada la mentalidad, las prácticas se cambiarán por sí solas como resultado”. Hacer de la liturgia cada vez más participativa, significa una celebración hecha vida. Pero, al mismo tiempo, ello requiere retomar una vez más la cuestión sobre el significado de participación. La respuesta a este campo fundamental litúrgico, dependerá de lo que se entienda por liturgia.
En la práctica hay dos extremos incorrectos con los cuales asumir la liturgia: el ritualismo y el convencionalismo. Carlos Manuel afronta el ritualismo. En definitiva lo que interesaría en la liturgia sería cumplir unas ceremonias y ritos, sin la vivencia del misterio celebrado. En su carta al nuevo párroco de Caguas, le escribía sobre : “...la anomalía de una liturgia trunca, petrificada, osificada ritualista, sin vida, con la anomalía de un pueblo pasivo y entretenido con cosas de segunda categoría mientras se celebran los Sacrosantos Misterios”. En su escrito sobre la vigilia pascual enfrenta la mentalidad ritualista, resaltando los criterios de la reforma para superar esta forma de celebración errónea: «Si lo que la reforma litúrgica busca es sinceridad, verdad, genuinidad, una liturgia viva, no osificada... no apliquemos estas “costumbres” y falsos “principios” a la gran solemnidad de la Pascua, ya que nuestro Santo Padre Pío XII, de grata memoria, se dignó asumir la responsabilidad seria de sacarla de esa osificación y ese ritualismo y colocarla en el lugar preeminente que le corresponde. El Papa había dicho: “La Vigilia Pascual está muy cerca de mi corazón”».
En el convencionalismo, como indica el nombre, se trata de una postura convencional ante la celebración litúrgica. Lo que interesa es lograr los objetivos que uno busca alcanzar. En general esto es así por influencias externas a la comprensión católica de la liturgia lo que llevaría a un igualitarismo y a una anarquía celebrativa.
(cf. Tesina de licenciatura de Yoni Palomino Bolívar, «Vivimos para esa noche”: Beato Carlos Manuel Rodríguez, Un apóstol contemporáneo de la liturgia).
La renovación litúrgica implica redescubrir la naturaleza de la liturgia. No se trata sólo de simples adaptaciones o meros cambios externos. En su escrito sobre la vigilia pascual, Carlos M. decía: “¿Qué sucede? ¿Cabría pensar que el espíritu de la reforma litúrgica no se ha entendido bien y que simplemente se han cambiado horarios y ritos?”. Y eso lo decía aún antes de que se hubiera dado toda la reforma posterior al C. Vaticano II. Dicho Concilio haría de la participación de los fieles en la liturgia una de sus claves más importantes.
Nuestro Beato veía la participación activa vinculada a su dinámica sacrificial, pues en el sacrificio se encuentra el significado último de la participación activa y la participación fructuosa en la sagrada liturgia. Si la celebración litúrgica no fuese así, se convertiría en algo teatral, en un ritualismo, e incluso en una especie de sustitución del lugar central de la acción divina. Carlos Manuel cita en su escrito Liturgia base de la vida a uno de los grandes liturgistas de la época: “La redención de Cristo debe realizarse en nosotros. Lo cual no acontece como por medio de una mera “aplicación”, sino que es necesaria una comunión viva y operante en la obra de la redención de Cristo: pasiva en cuanto que el Señor la comunica, y activa ya que nosotros la participamos operativamente mediante una acción... Para esto nos dio el Señor los misterios del culto, es decir, las acciones que nosotros realizamos, y que el Señor al mismo tiempo (por medio de los sacerdotes de la Iglesia) realiza en nosotros. Por estas acciones se nos posibilita la participación de la manera más intensa y concreta, en un modo palpable materialmente a la par que en una forma espiritual, en la acción redentora del Señor [Odo Casel, El misterio del culto cristiano”.
Carlos M. tienen tan claro lo que significa participar en la liturgia, que afirmará que ésta implica cambio de mentalidad. Así lo subraya en su escrito sobre la vigilia pascual y su carta a Manolín: “Dice un autor que el movimiento litúrgico no es cuestión de cambio de prácticas, sino de cambio de mentalidad; una vez cambiada la mentalidad, las prácticas se cambiarán por sí solas como resultado”. Hacer de la liturgia cada vez más participativa, significa una celebración hecha vida. Pero, al mismo tiempo, ello requiere retomar una vez más la cuestión sobre el significado de participación. La respuesta a este campo fundamental litúrgico, dependerá de lo que se entienda por liturgia.
En la práctica hay dos extremos incorrectos con los cuales asumir la liturgia: el ritualismo y el convencionalismo. Carlos Manuel afronta el ritualismo. En definitiva lo que interesaría en la liturgia sería cumplir unas ceremonias y ritos, sin la vivencia del misterio celebrado. En su carta al nuevo párroco de Caguas, le escribía sobre : “...la anomalía de una liturgia trunca, petrificada, osificada ritualista, sin vida, con la anomalía de un pueblo pasivo y entretenido con cosas de segunda categoría mientras se celebran los Sacrosantos Misterios”. En su escrito sobre la vigilia pascual enfrenta la mentalidad ritualista, resaltando los criterios de la reforma para superar esta forma de celebración errónea: «Si lo que la reforma litúrgica busca es sinceridad, verdad, genuinidad, una liturgia viva, no osificada... no apliquemos estas “costumbres” y falsos “principios” a la gran solemnidad de la Pascua, ya que nuestro Santo Padre Pío XII, de grata memoria, se dignó asumir la responsabilidad seria de sacarla de esa osificación y ese ritualismo y colocarla en el lugar preeminente que le corresponde. El Papa había dicho: “La Vigilia Pascual está muy cerca de mi corazón”».
En el convencionalismo, como indica el nombre, se trata de una postura convencional ante la celebración litúrgica. Lo que interesa es lograr los objetivos que uno busca alcanzar. En general esto es así por influencias externas a la comprensión católica de la liturgia lo que llevaría a un igualitarismo y a una anarquía celebrativa.
(cf. Tesina de licenciatura de Yoni Palomino Bolívar, «Vivimos para esa noche”: Beato Carlos Manuel Rodríguez, Un apóstol contemporáneo de la liturgia).