Oración por unas vacaciones cristianas
Señor Jesús, Tú dijiste a tus discípulos “venid conmigo a un lugar apartado y descansad un poco”, te pedimos por nuestras vacaciones. El afán de cada día multiplica nuestra vida de quehaceres, urgencias, agobios, prisas e impaciencias. Necesitamos el reposo y sosiego. Necesitamos la paz y el diálogo. Necesitamos el encuentro y la ternura. Necesitamos la oxigenación del cuerpo y del alma. Necesitamos descansar. Necesitamos las vacaciones. Bendice, Señor, nuestras vacaciones. Haz que sean tiempo fecundo para la vida de familia, para el encuentro con nosotros mismos y con los demás, para la brisa suave de la amistad y del diálogo, para el ejercicio físico que siempre rejuvenece, para la lectura que siempre enriquece para las visitas culturales que siempre abren horizontes, para la fiesta auténtica que llena el corazón del hombre. Haz que nuestras vacaciones de verano sean tiempo santo para nuestra búsqueda constante de Ti, para el reencuentro con nuestras raíces cristianas, para los espacios de oración y reflexión, para compartir la fe y el testimonio, para la práctica de tu Ley y la de tu Iglesia, para la escucha de tu Palabra, para participar en la mesa de tu eucaristía. Tú vienes siempre a nosotros. Tú siempre te haces el encontradizo. Tus caminos buscan siempre los nuestros. Haz que en las vacaciones de verano, sepamos remar mar adentro y te encontremos a Ti, el Pescador, el Pastor, el Salvador, el Hermano, el Amigo, y encontremos a nuestros hermanos. Juntos realizaremos la gran travesía de nuestras vidas. En tu nombre, Señor, también en vacaciones, quiero estar dispuesto a remar mar adentro. Ayúdame. Te necesito, también en vacaciones. Amén. Fuente: Conferencia Episcopal Española |
Una maleta cristiana para el verano
• Encima de todo el equipaje, que no falte la Palabra de Dios. ¿No buscamos amigos con los que hablar y entablar conversación? Dios, te lo aseguro, es el mejor confidente.
• Junto a los utensilios de aseo, procura añadir “el silencio”. Es un buen tonificante. Nos hace sentirnos más oxigenados y, como si fuera un espejo, la calma nos enfrenta a la verdad de nuestras vidas y de nuestras personas.
• A un lado de los diversos libros de lectura, incluye alguno que tenga identidad cristiana. El pensamiento de autores cristianos nos da pistas para situarnos en diferentes cuestiones que se nos presentan en el día a día.
• Además de cerrar bien la maleta, procura sellar también los momentos de amargura y de contrariedades que has podido tener en los últimos meses. Al verano hay que ir con dos necesidades: la del descanso y la del olvidar las ofensas.
• Lleva ropa ligera pero, eso sí, no te desprendas de aquella otra que es imprescindible para no mudarte de lo esencial; que nadie te despoje de la belleza de tu interior; que nada –especialmente lo efímero de estos meses- te hagan arrojar lo que, en una persona, es grande: su dignidad. Es un traje que, luego, cuesta mucho recuperar. No se puede comprar.
• Si marchas lejos, utiliza el pasaporte de tu universalidad. Tu impronta viaja contigo. ¿Por qué renegar de ella? ¿Eres cristiano? Que, en tu pensar y obrar, en tus actuaciones y consejos, alguien pueda decir: “se nota que, éste, viene de un país católico”.
• Como calzado, además del que protege los pies, no olvides el de la caridad. Estos meses son positivos para buscar el bienestar de uno mismo. Pero, al mismo tiempo, pueden ser un trampolín para intentar hacer felices a los demás.
• Si utilizas maquinilla de afeitar, corta los signos de antipatía que hay en tu rostro; si, usas, productos de belleza, que no enfunden o distorsionen la espontaneidad que hay en ti.
• Cuando desdobles los planos y los mapas de los lugares o ciudades que visitas, no olvides poner una “crucecita” en la más cercana Iglesia. Un cristiano, por si lo has olvidado, ha de vivir y sentir la eucaristía como si fuera el mejor refresco y el mejor chapuzón veraniego.
• Finalmente, cuando instales la maleta en la parte superior del coche, en el avión, en el barco, en el tren o en el autobús…no dejes de lado, en ese mismo momento, de mirar hacia el cielo: Dios te acompaña. Y, cuando emprendas el viaje, además de decir “nos vamos de vacaciones”, recites una oración al Señor para que, por lo menos, volváis tan contentos y tan saludables como os marcháis.
Por Padre Javier Leoz, sacerdote de la Diócesis de Pamplona
• Encima de todo el equipaje, que no falte la Palabra de Dios. ¿No buscamos amigos con los que hablar y entablar conversación? Dios, te lo aseguro, es el mejor confidente.
• Junto a los utensilios de aseo, procura añadir “el silencio”. Es un buen tonificante. Nos hace sentirnos más oxigenados y, como si fuera un espejo, la calma nos enfrenta a la verdad de nuestras vidas y de nuestras personas.
• A un lado de los diversos libros de lectura, incluye alguno que tenga identidad cristiana. El pensamiento de autores cristianos nos da pistas para situarnos en diferentes cuestiones que se nos presentan en el día a día.
• Además de cerrar bien la maleta, procura sellar también los momentos de amargura y de contrariedades que has podido tener en los últimos meses. Al verano hay que ir con dos necesidades: la del descanso y la del olvidar las ofensas.
• Lleva ropa ligera pero, eso sí, no te desprendas de aquella otra que es imprescindible para no mudarte de lo esencial; que nadie te despoje de la belleza de tu interior; que nada –especialmente lo efímero de estos meses- te hagan arrojar lo que, en una persona, es grande: su dignidad. Es un traje que, luego, cuesta mucho recuperar. No se puede comprar.
• Si marchas lejos, utiliza el pasaporte de tu universalidad. Tu impronta viaja contigo. ¿Por qué renegar de ella? ¿Eres cristiano? Que, en tu pensar y obrar, en tus actuaciones y consejos, alguien pueda decir: “se nota que, éste, viene de un país católico”.
• Como calzado, además del que protege los pies, no olvides el de la caridad. Estos meses son positivos para buscar el bienestar de uno mismo. Pero, al mismo tiempo, pueden ser un trampolín para intentar hacer felices a los demás.
• Si utilizas maquinilla de afeitar, corta los signos de antipatía que hay en tu rostro; si, usas, productos de belleza, que no enfunden o distorsionen la espontaneidad que hay en ti.
• Cuando desdobles los planos y los mapas de los lugares o ciudades que visitas, no olvides poner una “crucecita” en la más cercana Iglesia. Un cristiano, por si lo has olvidado, ha de vivir y sentir la eucaristía como si fuera el mejor refresco y el mejor chapuzón veraniego.
• Finalmente, cuando instales la maleta en la parte superior del coche, en el avión, en el barco, en el tren o en el autobús…no dejes de lado, en ese mismo momento, de mirar hacia el cielo: Dios te acompaña. Y, cuando emprendas el viaje, además de decir “nos vamos de vacaciones”, recites una oración al Señor para que, por lo menos, volváis tan contentos y tan saludables como os marcháis.
Por Padre Javier Leoz, sacerdote de la Diócesis de Pamplona