Distinguiendo entre lo ordinario y lo extraordinario
La situación de la pandemia nos ha traído ciertos cambios en la vivencia o práctica de la fe. Quisiera que supiéramos distinguir entre una cosa y otra.
1. Dispensa del precepto dominical. Ante la peligrosidad del contagio del Coronavirus, sobre todo al principio, cuando sabíamos aún menos de sus características, muchos obispos del mundo dispensaron del precepto dominical y otros preceptos litúrgicos. Bien, pero debemos distinguir entre no estar obligados y no tener que hacerlo. Ya sabemos que la mejor forma de protegerse es la barata, es decir: distanciamiento físico, uso de mascarilla y frecuente lavado de manos. Por tanto, sabiendo todas las precauciones que tomamos en las iglesias (además de las que cada uno toma), el hecho de que se mantenga la dispensa del precepto dominical no quiere decir que no debamos ir a misa si podemos hacerlo. Necesitamos de la Eucaristía, no por un precepto eclesial, sino por lo que ella es en sí misma. Y además no olvidemos que la misa no es sólo comulgar es mucho más que eso.
2. Real y virtual. No podemos más que dar gracias a Dios por la bendición que han resultado ser los medios virtuales para transmitir celebraciones litúrgicas, devociones de la piedad popular, conferencias, retiros, etc. Pero no caigamos en el error de pensar que virtual es igual a real. Si muchos añoran el abrazo de sus abuelos y nietos y otros seres queridos, el compartir familiar y de amigos. Con mucha más razón debemos añorar los actos reales de nuestra fe. Ni todo acto piadoso puede ser virtual, ni toda obra de caridad, ni de evangelización tampoco. Tomando las debidas precauciones hay que salir al encuentro del Señor, de los hermanos, de los enfermos, de los pobres, etc. De hecho, ya sabemos que no podemos separar el amor a Dios y al prójimo, ni el amor a Dios ni el amor al prójimo puede ser siempre de lejos.
3. Comunión espiritual. Hemos revalorado grandemente esta devoción, que no es sólo para quienes no pueden comulgar sacramentalmente, sino para todos. Ahora, tampoco podemos igualar absolutamente ambas formas de “Comunión”, porque sino para qué Jesús dejó el sacramento si bastaba con desear recibirlo. Me parece que es algo de sentido común. Por otro lado, la Comunión espiritual es algo personal. Estrictamente hablando, no hay una obligación de que alguien la diga en voz alta o poner un cintillo o audio para que todos la vean u oigan. La conveniencia o utilidad de ésta no quiere decir que se requiera convertirla en un rito añadido a la misa. Quien no pueda comulgar sacramentalmente, por la razón que sea, puede hacer su Comunión espiritual personalmente cuántas veces quiera a lo largo del día con la oración que desee, pues, de hecho, no hay una fórmula única para hacerla en o fuera de misa.
4. Comunión en la mano. Ésta se considera actualmente en la Iglesia como el modo extraordinario de recibir el Santísimo Sacramento. Esto se ha convertido en un tema de controversia, escrúpulos y discusión entre algunos fieles; entiendo que siempre con buena intención, con el deseo de ser respetuosos y reverentes al Augusto Sacramento, pero estamos en una situación extraordinaria. Y al menos en PR, como en otros países, nuestros obispos han pedido que ese sea el medio de recibirla. Por ello se deben seguir las normas dadas por la Iglesia para ello. Siguiéndolas no ofendemos al Señor, pues no se puede decir que ofendemos al Señor por recibirlo en la mano. De hecho, creo que tal vez pecamos más con la lengua que con la mano. Que debemos ser más cuidadosos, sin duda. Algunos hermanos han originado la opción de acercarse a la Comunión con un mini-corporal para recibirla. No me parece apropiado, porque si bien algunos tendrán todas las precauciones posibles, los ministros no conocemos a todos los que se nos acercan a comulgar. ¿Cómo puedo yo saber si el que trae el pañito se dará cuenta de que no quedó una partícula del Santísimo en el mismo, cómo sé que cuidará de ese pañito con la debida reverencia, cómo sé que no se quedará con un fragmento de la Hostia sin consumirla? Podemos hacernos varias preguntas, en fin, que buscando ser más cuidadosos podemos terminar haciendo la cosa peor, eso sin entrar en el tema de que los escrúpulos no son buenos, ni los espirituales ni los litúrgicos ni ninguno. Una cosa es la delicadeza y otra la escrupulosidad. Y conste que yo preferiría que la Comunión se reciba en la lengua.
5. Absolución general. Esta gracia que se concedió al principio del retorno a las misas presenciales dado que se había hecho casi imposible acceder a la Confesión sacramental, es algo muy extraordinario que concede la Iglesia, siempre buscando el bien de las almas, pero no puede convertirse en una cosa ordinaria, así como el acto de contrición perfecta. Éste último también es siempre provechoso y útil, pero el mismo, así como a la absolución general, incluyen la condición de confesarse sacramentalmente tan pronto sea posible; y ya es posible. Por tanto, no olvide regresar o adquirir la buena costumbre de la confesión frecuente, que es fuente de muchas gracias.
6. Registrarse para la misa y otros. Eso es un requisito que algunos hemos puesto en práctica para cuidar de no pasarnos de la capacidad del lugar de la celebración y así mantener el distanciamiento, etc. Sin embargo, esta práctica extraordinaria ha permitido a algunos organizarse mejor, llegar a tiempo a misa, algunos se han aprendido los nombres de hermanos que veían hace tiempo, pero no sabían su nombre, etc. Más allá de la seguridad ha servido para algo que ordinariamente deberíamos hacer que es conocernos, tener ujieres para recibir los hermanos en la casa de Dios, etc.
7. Ofrenda virtual. Otra cosa que se ha intensificado con la pandemia ha sido el ofrendar electrónicamente. Aún algunos se resisten, pero no saben que cada semana había que tener pequeños grupos para contar las colectas, recontarlas luego antes de depositar, preparar los depósitos, etc. Y eso no les cuento de la lucha para deshacer los lasitos, avioncitos, etc. con los billetes de uno. La ofrenda electrónica facilita y agiliza muchas cosas, además de que nos evita tener dinero en efectivo en las parroquias y por tanto ayuda a nuestra seguridad. Aún se debe mejorar (por ej. poniendo la nota de para qué es el donativo), pero al menos aquí, hemos podido avanzar bastante en esto y la comunidad ha sido generosa para evitar que la economía parroquial entrara en una crisis mayor.
1. Dispensa del precepto dominical. Ante la peligrosidad del contagio del Coronavirus, sobre todo al principio, cuando sabíamos aún menos de sus características, muchos obispos del mundo dispensaron del precepto dominical y otros preceptos litúrgicos. Bien, pero debemos distinguir entre no estar obligados y no tener que hacerlo. Ya sabemos que la mejor forma de protegerse es la barata, es decir: distanciamiento físico, uso de mascarilla y frecuente lavado de manos. Por tanto, sabiendo todas las precauciones que tomamos en las iglesias (además de las que cada uno toma), el hecho de que se mantenga la dispensa del precepto dominical no quiere decir que no debamos ir a misa si podemos hacerlo. Necesitamos de la Eucaristía, no por un precepto eclesial, sino por lo que ella es en sí misma. Y además no olvidemos que la misa no es sólo comulgar es mucho más que eso.
2. Real y virtual. No podemos más que dar gracias a Dios por la bendición que han resultado ser los medios virtuales para transmitir celebraciones litúrgicas, devociones de la piedad popular, conferencias, retiros, etc. Pero no caigamos en el error de pensar que virtual es igual a real. Si muchos añoran el abrazo de sus abuelos y nietos y otros seres queridos, el compartir familiar y de amigos. Con mucha más razón debemos añorar los actos reales de nuestra fe. Ni todo acto piadoso puede ser virtual, ni toda obra de caridad, ni de evangelización tampoco. Tomando las debidas precauciones hay que salir al encuentro del Señor, de los hermanos, de los enfermos, de los pobres, etc. De hecho, ya sabemos que no podemos separar el amor a Dios y al prójimo, ni el amor a Dios ni el amor al prójimo puede ser siempre de lejos.
3. Comunión espiritual. Hemos revalorado grandemente esta devoción, que no es sólo para quienes no pueden comulgar sacramentalmente, sino para todos. Ahora, tampoco podemos igualar absolutamente ambas formas de “Comunión”, porque sino para qué Jesús dejó el sacramento si bastaba con desear recibirlo. Me parece que es algo de sentido común. Por otro lado, la Comunión espiritual es algo personal. Estrictamente hablando, no hay una obligación de que alguien la diga en voz alta o poner un cintillo o audio para que todos la vean u oigan. La conveniencia o utilidad de ésta no quiere decir que se requiera convertirla en un rito añadido a la misa. Quien no pueda comulgar sacramentalmente, por la razón que sea, puede hacer su Comunión espiritual personalmente cuántas veces quiera a lo largo del día con la oración que desee, pues, de hecho, no hay una fórmula única para hacerla en o fuera de misa.
4. Comunión en la mano. Ésta se considera actualmente en la Iglesia como el modo extraordinario de recibir el Santísimo Sacramento. Esto se ha convertido en un tema de controversia, escrúpulos y discusión entre algunos fieles; entiendo que siempre con buena intención, con el deseo de ser respetuosos y reverentes al Augusto Sacramento, pero estamos en una situación extraordinaria. Y al menos en PR, como en otros países, nuestros obispos han pedido que ese sea el medio de recibirla. Por ello se deben seguir las normas dadas por la Iglesia para ello. Siguiéndolas no ofendemos al Señor, pues no se puede decir que ofendemos al Señor por recibirlo en la mano. De hecho, creo que tal vez pecamos más con la lengua que con la mano. Que debemos ser más cuidadosos, sin duda. Algunos hermanos han originado la opción de acercarse a la Comunión con un mini-corporal para recibirla. No me parece apropiado, porque si bien algunos tendrán todas las precauciones posibles, los ministros no conocemos a todos los que se nos acercan a comulgar. ¿Cómo puedo yo saber si el que trae el pañito se dará cuenta de que no quedó una partícula del Santísimo en el mismo, cómo sé que cuidará de ese pañito con la debida reverencia, cómo sé que no se quedará con un fragmento de la Hostia sin consumirla? Podemos hacernos varias preguntas, en fin, que buscando ser más cuidadosos podemos terminar haciendo la cosa peor, eso sin entrar en el tema de que los escrúpulos no son buenos, ni los espirituales ni los litúrgicos ni ninguno. Una cosa es la delicadeza y otra la escrupulosidad. Y conste que yo preferiría que la Comunión se reciba en la lengua.
5. Absolución general. Esta gracia que se concedió al principio del retorno a las misas presenciales dado que se había hecho casi imposible acceder a la Confesión sacramental, es algo muy extraordinario que concede la Iglesia, siempre buscando el bien de las almas, pero no puede convertirse en una cosa ordinaria, así como el acto de contrición perfecta. Éste último también es siempre provechoso y útil, pero el mismo, así como a la absolución general, incluyen la condición de confesarse sacramentalmente tan pronto sea posible; y ya es posible. Por tanto, no olvide regresar o adquirir la buena costumbre de la confesión frecuente, que es fuente de muchas gracias.
6. Registrarse para la misa y otros. Eso es un requisito que algunos hemos puesto en práctica para cuidar de no pasarnos de la capacidad del lugar de la celebración y así mantener el distanciamiento, etc. Sin embargo, esta práctica extraordinaria ha permitido a algunos organizarse mejor, llegar a tiempo a misa, algunos se han aprendido los nombres de hermanos que veían hace tiempo, pero no sabían su nombre, etc. Más allá de la seguridad ha servido para algo que ordinariamente deberíamos hacer que es conocernos, tener ujieres para recibir los hermanos en la casa de Dios, etc.
7. Ofrenda virtual. Otra cosa que se ha intensificado con la pandemia ha sido el ofrendar electrónicamente. Aún algunos se resisten, pero no saben que cada semana había que tener pequeños grupos para contar las colectas, recontarlas luego antes de depositar, preparar los depósitos, etc. Y eso no les cuento de la lucha para deshacer los lasitos, avioncitos, etc. con los billetes de uno. La ofrenda electrónica facilita y agiliza muchas cosas, además de que nos evita tener dinero en efectivo en las parroquias y por tanto ayuda a nuestra seguridad. Aún se debe mejorar (por ej. poniendo la nota de para qué es el donativo), pero al menos aquí, hemos podido avanzar bastante en esto y la comunidad ha sido generosa para evitar que la economía parroquial entrara en una crisis mayor.