El discernimiento (I)
Hermanos:
En nuestro año jubilar parroquial, aunque tenemos algunas actividades especiales, realmente lo importante no sería tanto hacer cosas nuevas o especiales, sino aprender a vivir las cosas ordinarias de manera especial, que es una de las cosas más propias del mensaje cristiano: santificar lo ordinario. Recientemente hemos terminado la Navidad. Pensemos que Jesús pasó la mayor parte de su vida oculto en la sencillez de Nazaret antes de entrar en su vida pública. Eso debe ser una gran enseñanza para nosotros. Además con las indulgencias que nos han concedido, lo que se nos está diciendo es que lo más importante es ser santo. Si el jubileo parroquial, como cualquier otro jubileo, no nos ayuda a ser más santos, no sirvió.
Pero tanto en lo ordinario de la vida como en lo extraordinario, debemos buscar la voluntad de Dios para asegurarnos que no nos mueve algo que no sea recto. Por ello una de las preguntas básicas del cristiano debería ser ¿cómo saber lo que Dios quiere? Ello no lleva a pensar en dos herramientas espirituales cristianas fundamentales: la dirección espiritual y el discernimiento. De hecho ambas están muy relacionadas, pues la dirección espiritual nos debe ayudar a discernir cuál es la voluntad de Dios y poder adquirir la sensibilidad espiritual para saber hacer ese discernimiento incluso en cosas muy ordinarias, no sólo en las grandes.
Uno de los maestros del discernimiento de espíritus, sino el maestro, es S. Ignacio de Loyola. De sus enseñanzas podemos sacar unas guías para el discernimiento:
1. Es propio del mal espíritu entristecer y poner impedimentos, inquietando con falsas razones para no seguir adelante. En cambio es propio del buen espíritu dar ánimo, fuerzas y consolaciones, quitando todos impedimentos para que el buen obrar proceda adelante.
2. La consolación espiritual se puede entender como inflamarse en amor de Dios, sentir dolor de sus pecados y de la pasión de Cristo; crecer en las virtudes y la alegría interna que pacifica el alma. Por el contrario el pecado causa desolación espiritual, oscuridad en el alma, turbación y moción a las cosas malas. En la consolación el buen espíritu nos guía y aconseja; en la desolación interviene el malo.
3. En tiempos de desolación nunca deben hacerse cambios significativos, sino mantenerse en los propósitos y determinación en que estaba antes de entrar en desolación.
La próxima semana seguiremos con este tema.
En nuestro año jubilar parroquial, aunque tenemos algunas actividades especiales, realmente lo importante no sería tanto hacer cosas nuevas o especiales, sino aprender a vivir las cosas ordinarias de manera especial, que es una de las cosas más propias del mensaje cristiano: santificar lo ordinario. Recientemente hemos terminado la Navidad. Pensemos que Jesús pasó la mayor parte de su vida oculto en la sencillez de Nazaret antes de entrar en su vida pública. Eso debe ser una gran enseñanza para nosotros. Además con las indulgencias que nos han concedido, lo que se nos está diciendo es que lo más importante es ser santo. Si el jubileo parroquial, como cualquier otro jubileo, no nos ayuda a ser más santos, no sirvió.
Pero tanto en lo ordinario de la vida como en lo extraordinario, debemos buscar la voluntad de Dios para asegurarnos que no nos mueve algo que no sea recto. Por ello una de las preguntas básicas del cristiano debería ser ¿cómo saber lo que Dios quiere? Ello no lleva a pensar en dos herramientas espirituales cristianas fundamentales: la dirección espiritual y el discernimiento. De hecho ambas están muy relacionadas, pues la dirección espiritual nos debe ayudar a discernir cuál es la voluntad de Dios y poder adquirir la sensibilidad espiritual para saber hacer ese discernimiento incluso en cosas muy ordinarias, no sólo en las grandes.
Uno de los maestros del discernimiento de espíritus, sino el maestro, es S. Ignacio de Loyola. De sus enseñanzas podemos sacar unas guías para el discernimiento:
1. Es propio del mal espíritu entristecer y poner impedimentos, inquietando con falsas razones para no seguir adelante. En cambio es propio del buen espíritu dar ánimo, fuerzas y consolaciones, quitando todos impedimentos para que el buen obrar proceda adelante.
2. La consolación espiritual se puede entender como inflamarse en amor de Dios, sentir dolor de sus pecados y de la pasión de Cristo; crecer en las virtudes y la alegría interna que pacifica el alma. Por el contrario el pecado causa desolación espiritual, oscuridad en el alma, turbación y moción a las cosas malas. En la consolación el buen espíritu nos guía y aconseja; en la desolación interviene el malo.
3. En tiempos de desolación nunca deben hacerse cambios significativos, sino mantenerse en los propósitos y determinación en que estaba antes de entrar en desolación.
La próxima semana seguiremos con este tema.
El discernimiento (2)
La semana pasada hablábamos de la consolación y la desolación, cómo actuar en cada circunstancia, etc. Pero, ¿cuáles son las causas principales de la desolación? 1ro, ser tibios, perezosos o negligentes en nuestros ejercicios espirituales, y así por nuestras faltas se aleja la consolación espiritual de nosotros; 2do, también puede ser una prueba espiritual para comprobar cuánto somos y cuánto perseveramos en el servicio y alabanza de Dios. Hay que discernir cuál de las causas es para saber cómo enfrentarla.
Para esto y lo que vimos la semana pasada, es conveniente acudir a la dirección espiritual, pues cada persona es singular con su particular código genético, temperamento y experiencias de vida. Por lo que no se pueden dar recetas generales para todos. Dios tiene un plan específico para cada uno. Discernir este plan particular y cómo vamos en nuestro camino de vida espiritual debería ser el continuo fin de todo cristiano serio. Como Dios normalmente prefiere trabajar a través de causas secundarias, la dirección espiritual personal con alguien sabio y prudente que pueda guiarnos a lo largo del camino a la santidad es importante y conveniente para acompañarnos en el desarrollo de nuestra vida cristiana.
Les exhorto a buscar un director espiritual y si ya lo tienen a perseverar en el uso de esta herramienta espiritual que junto a la confesión, la oración y los sacramentos nos ayudará a ser mejores discípulos de Jesús.
Para esto y lo que vimos la semana pasada, es conveniente acudir a la dirección espiritual, pues cada persona es singular con su particular código genético, temperamento y experiencias de vida. Por lo que no se pueden dar recetas generales para todos. Dios tiene un plan específico para cada uno. Discernir este plan particular y cómo vamos en nuestro camino de vida espiritual debería ser el continuo fin de todo cristiano serio. Como Dios normalmente prefiere trabajar a través de causas secundarias, la dirección espiritual personal con alguien sabio y prudente que pueda guiarnos a lo largo del camino a la santidad es importante y conveniente para acompañarnos en el desarrollo de nuestra vida cristiana.
Les exhorto a buscar un director espiritual y si ya lo tienen a perseverar en el uso de esta herramienta espiritual que junto a la confesión, la oración y los sacramentos nos ayudará a ser mejores discípulos de Jesús.