El Discernimiento VIII
De la Exhortación Apostólica Christus vivit
295. Entonces sí el discernimiento se convierte en un instrumento de lucha para seguir mejor al Señor. De ese modo, el deseo de reconocer la propia vocación adquiere una intensidad suprema, una calidad diferente y un nivel superior, que responde mucho mejor a la dignidad de la propia vida. Porque en definitiva un buen discernimiento es un camino de libertad que hace aflorar eso único de cada persona, eso que es tan suyo, tan personal, que sólo Dios lo conoce. Los otros no pueden ni comprender plenamente ni prever desde afuera cómo se desarrollará.
296. Por lo tanto, cuando uno escucha a otro de esta manera, en algún momento tiene que desaparecer para dejar que él siga ese camino que ha descubierto. Es desaparecer como desaparece el Señor de la vista de sus discípulos y los deja solos con el ardor del corazón que se convierte en impulso irresistible de ponerse en camino (cf. Lc 24,31-33). De regreso a la comunidad, los discípulos de Emaús recibirán la confirmación de que verdaderamente ha resucitado el Señor (cf. Lc 24,34).
297. Ya que «el tiempo es superior al espacio», hay que suscitar y acompañar procesos, no imponer trayectos. Y son procesos de personas que siempre son únicas y libres. Por eso es difícil armar recetarios, aun cuando todos los signos sean positivos, ya que «se trata de someter los mismos factores positivos a un cuidadoso discernimiento, para que no se aíslen el uno del otro ni estén en contraste entre sí, absolutizándose y oponiéndose recíprocamente. Lo mismo puede decirse de los factores negativos: no hay que rechazarlos en bloque y sin distinción, porque en cada uno de ellos puede esconderse algún valor, que espera ser descubierto y reconducido a su plena verdad».
295. Entonces sí el discernimiento se convierte en un instrumento de lucha para seguir mejor al Señor. De ese modo, el deseo de reconocer la propia vocación adquiere una intensidad suprema, una calidad diferente y un nivel superior, que responde mucho mejor a la dignidad de la propia vida. Porque en definitiva un buen discernimiento es un camino de libertad que hace aflorar eso único de cada persona, eso que es tan suyo, tan personal, que sólo Dios lo conoce. Los otros no pueden ni comprender plenamente ni prever desde afuera cómo se desarrollará.
296. Por lo tanto, cuando uno escucha a otro de esta manera, en algún momento tiene que desaparecer para dejar que él siga ese camino que ha descubierto. Es desaparecer como desaparece el Señor de la vista de sus discípulos y los deja solos con el ardor del corazón que se convierte en impulso irresistible de ponerse en camino (cf. Lc 24,31-33). De regreso a la comunidad, los discípulos de Emaús recibirán la confirmación de que verdaderamente ha resucitado el Señor (cf. Lc 24,34).
297. Ya que «el tiempo es superior al espacio», hay que suscitar y acompañar procesos, no imponer trayectos. Y son procesos de personas que siempre son únicas y libres. Por eso es difícil armar recetarios, aun cuando todos los signos sean positivos, ya que «se trata de someter los mismos factores positivos a un cuidadoso discernimiento, para que no se aíslen el uno del otro ni estén en contraste entre sí, absolutizándose y oponiéndose recíprocamente. Lo mismo puede decirse de los factores negativos: no hay que rechazarlos en bloque y sin distinción, porque en cada uno de ellos puede esconderse algún valor, que espera ser descubierto y reconducido a su plena verdad».