El Discernimiento IV
De la Exhortación Apostólica Christus vivit
Además de lo que vimos en la Exhortación Apostólica Gaudete et Exsultate, el Papa Francisco vuelve a tocar este importante tema en esta exhortación dirigida principalmente a los jóvenes, pero también a toda la Iglesia. Veamos.
279. Recuerdo que todos, pero «especialmente los jóvenes, están expuestos a un zapping constante. Es posible navegar en dos o tres pantallas simultáneamente e interactuar al mismo tiempo en diferentes escenarios virtuales. Sin la sabiduría del discernimiento podemos convertirnos fácilmente en marionetas a merced de las tendencias del momento». Y «esto resulta especialmente importante cuando aparece una novedad en la propia vida, y entonces hay que discernir si es el vino nuevo que viene de Dios o es una novedad engañosa del espíritu del mundo o del espíritu del diablo».
280. Este discernimiento, «aunque incluya la razón y la prudencia, las supera, porque se trata de entrever el misterio del proyecto único e irrepetible que Dios tiene para cada uno [...]. Está en juego el sentido de mi vida ante el Padre que me conoce y me ama, el verdadero para qué de mi existencia que nadie conoce mejor que Él».
281. En este marco se sitúa la formación de la conciencia, que permite que el discernimiento crezca en hondura y en fidelidad a Dios: «Formar la conciencia es camino de toda una vida, en el que se aprende a nutrir los sentimientos propios de Jesucristo, asumiendo los criterios de sus decisiones y las intenciones de su manera de obrar (cf. Flp 2, 5)».
282. Esta formación implica dejarse transformar por Cristo y al mismo tiempo «una práctica habitual del bien, valorada en el examen de conciencia: un ejercicio en el que no se trata sólo de identificar los pecados, sino también de reconocer la obra de Dios en la propia experiencia cotidiana, en los acontecimientos de la historia y de las culturas de las que formamos parte, en el testimonio de tantos hombres y mujeres que nos han precedido o que nos acompañan con su sabiduría. Todo ello ayuda a crecer en la virtud de la prudencia, articulando la orientación global de la existencia con elecciones concretas, con la conciencia serena de los propios dones y límites».
Además de lo que vimos en la Exhortación Apostólica Gaudete et Exsultate, el Papa Francisco vuelve a tocar este importante tema en esta exhortación dirigida principalmente a los jóvenes, pero también a toda la Iglesia. Veamos.
279. Recuerdo que todos, pero «especialmente los jóvenes, están expuestos a un zapping constante. Es posible navegar en dos o tres pantallas simultáneamente e interactuar al mismo tiempo en diferentes escenarios virtuales. Sin la sabiduría del discernimiento podemos convertirnos fácilmente en marionetas a merced de las tendencias del momento». Y «esto resulta especialmente importante cuando aparece una novedad en la propia vida, y entonces hay que discernir si es el vino nuevo que viene de Dios o es una novedad engañosa del espíritu del mundo o del espíritu del diablo».
280. Este discernimiento, «aunque incluya la razón y la prudencia, las supera, porque se trata de entrever el misterio del proyecto único e irrepetible que Dios tiene para cada uno [...]. Está en juego el sentido de mi vida ante el Padre que me conoce y me ama, el verdadero para qué de mi existencia que nadie conoce mejor que Él».
281. En este marco se sitúa la formación de la conciencia, que permite que el discernimiento crezca en hondura y en fidelidad a Dios: «Formar la conciencia es camino de toda una vida, en el que se aprende a nutrir los sentimientos propios de Jesucristo, asumiendo los criterios de sus decisiones y las intenciones de su manera de obrar (cf. Flp 2, 5)».
282. Esta formación implica dejarse transformar por Cristo y al mismo tiempo «una práctica habitual del bien, valorada en el examen de conciencia: un ejercicio en el que no se trata sólo de identificar los pecados, sino también de reconocer la obra de Dios en la propia experiencia cotidiana, en los acontecimientos de la historia y de las culturas de las que formamos parte, en el testimonio de tantos hombres y mujeres que nos han precedido o que nos acompañan con su sabiduría. Todo ello ayuda a crecer en la virtud de la prudencia, articulando la orientación global de la existencia con elecciones concretas, con la conciencia serena de los propios dones y límites».