Año Misionero: Maximum illud (4ta parte)
4. Impulsar la vitalidad de la misión
19. Además, el superior de la Misión debe cuidar primeramente de promover e impulsar la vitalidad de la misma, hasta que ésta haya alcanzado su pleno desarrollo. Porque todo cuanto entra dentro de los límites que ciñen el territorio a él confiado, en toda su extensión y amplitud, debe ser objeto de sus desvelos, y así deber suyo es también mirar por la salvación eterna de cuantos habitan en aquellas regiones.
20. Por lo cual, aunque logre reducir a la fe algunos millares de entre tan numerosa gentilidad, no por eso podrá descansar. Procure, sí, defender y confortar a aquellos que engendró ya para Jesucristo, no consintiendo que ninguno de ellos sucumba ni perezca.
21. Por esto es poco, y crea no haber cumplido su deber si no se esfuerza con todo cuidado, y sin darse tregua ni reposo, por hacer participantes de la verdad y vida cristiana a los que, en número sin comparación mayor, le quedan todavía por convertir.
22. Para que la predicación del Evangelio pueda más pronta y felizmente llegar a oídos de cada una de esas almas, aprovechará sobremanera fundar nuevos puestos y residencias, para que, en cuanto la oportunidad lo permita, pueda la Misión más tarde subdividirse en otros centros misioneros, gérmenes asimismo de otros tantos futuros Vicariatos y Prefecturas.
5. Buscar nuevos colaboradores
23. A1 llegar aquí hemos de tributar el debido elogio a aquellos Vicariatos Apostólicos que, conforme a esta norma que establecemos, han ido siempre preparando nuevos crecimientos para el Reino de Dios; y que, si para este fin vieron no les bastaba la ayuda de sus hermanos en religión, no dudaron en acudir siempre gustosos en demanda de auxilio a otras Congregaciones y familias religiosas.
24. Por el contrario, ¡qué digno de reprensión sería quien tuviese de tal manera como posesión propia y exclusiva la parte de la viña del Señor a él señalada, que obstaculizara el que otros pusieran mano en ella!
25. ¡Y cuán severo habría de pasar sobre él el juicio divino, sobre todo si, como recordamos haber sucedido no pocas veces, teniendo él tan sólo unos pocos cristianos, y éstos esparcidos entre muchedumbres de paganos, y no bastándole sus propios colaboradores para instruir a todos, se negara, no digo a pedir, pero ni aun a admitir para la conversión de aquellos gentiles la ayuda de otros misioneros!
26. Por eso, el superior de una Misión católica que no abriga en su corazón más ideal que la gloria de Dios y la salvación de las almas, en presencia de la necesidad, acude a todas partes en busca de colaboradores para el santísimo ministerio; ni se le da nada que éstos sean de su Orden y nación o de Orden y nación distintas, «con tal que de cualquier modo Cristo sea anunciado» (Flp 1,18)).
27. No sólo busca toda clase de colaboradores, sino que se da traza para hacerse también con colaboradoras o hermanas religiosas para escuelas, orfanatos, hospitales, hospicios y demás instituciones de caridad, en las que sabe que la providencia de Dios ha puesto increíble eficacia para dilatar los dominios de la fe.
6. Colaboración pastoral de conjunto
28. Para este mismo efecto, el superior de Misión no se ha de encerrar de tal modo dentro de su territorio, que tenga por cosa ajena todo lo que no entra dentro de su círculo de acción; sino que, en virtud de la fuerza expansiva del amor de Cristo, cuya gloria debe interesarle como propia en todas partes, debe procurar mantener trato y amistosas relaciones con sus colegas vecinos, toda vez que, dentro de una misma región, hay otros muchos asuntos comunes que naturalmente no pueden solucionarse sino de común acuerdo.
29. Por otro lado, sería de grandísimo provecho para la religión que los superiores de Misión, en el mayor número posible y en determinados tiempos, tuviesen sus reuniones donde poder aconsejarse y animarse mutuamente
19. Además, el superior de la Misión debe cuidar primeramente de promover e impulsar la vitalidad de la misma, hasta que ésta haya alcanzado su pleno desarrollo. Porque todo cuanto entra dentro de los límites que ciñen el territorio a él confiado, en toda su extensión y amplitud, debe ser objeto de sus desvelos, y así deber suyo es también mirar por la salvación eterna de cuantos habitan en aquellas regiones.
20. Por lo cual, aunque logre reducir a la fe algunos millares de entre tan numerosa gentilidad, no por eso podrá descansar. Procure, sí, defender y confortar a aquellos que engendró ya para Jesucristo, no consintiendo que ninguno de ellos sucumba ni perezca.
21. Por esto es poco, y crea no haber cumplido su deber si no se esfuerza con todo cuidado, y sin darse tregua ni reposo, por hacer participantes de la verdad y vida cristiana a los que, en número sin comparación mayor, le quedan todavía por convertir.
22. Para que la predicación del Evangelio pueda más pronta y felizmente llegar a oídos de cada una de esas almas, aprovechará sobremanera fundar nuevos puestos y residencias, para que, en cuanto la oportunidad lo permita, pueda la Misión más tarde subdividirse en otros centros misioneros, gérmenes asimismo de otros tantos futuros Vicariatos y Prefecturas.
5. Buscar nuevos colaboradores
23. A1 llegar aquí hemos de tributar el debido elogio a aquellos Vicariatos Apostólicos que, conforme a esta norma que establecemos, han ido siempre preparando nuevos crecimientos para el Reino de Dios; y que, si para este fin vieron no les bastaba la ayuda de sus hermanos en religión, no dudaron en acudir siempre gustosos en demanda de auxilio a otras Congregaciones y familias religiosas.
24. Por el contrario, ¡qué digno de reprensión sería quien tuviese de tal manera como posesión propia y exclusiva la parte de la viña del Señor a él señalada, que obstaculizara el que otros pusieran mano en ella!
25. ¡Y cuán severo habría de pasar sobre él el juicio divino, sobre todo si, como recordamos haber sucedido no pocas veces, teniendo él tan sólo unos pocos cristianos, y éstos esparcidos entre muchedumbres de paganos, y no bastándole sus propios colaboradores para instruir a todos, se negara, no digo a pedir, pero ni aun a admitir para la conversión de aquellos gentiles la ayuda de otros misioneros!
26. Por eso, el superior de una Misión católica que no abriga en su corazón más ideal que la gloria de Dios y la salvación de las almas, en presencia de la necesidad, acude a todas partes en busca de colaboradores para el santísimo ministerio; ni se le da nada que éstos sean de su Orden y nación o de Orden y nación distintas, «con tal que de cualquier modo Cristo sea anunciado» (Flp 1,18)).
27. No sólo busca toda clase de colaboradores, sino que se da traza para hacerse también con colaboradoras o hermanas religiosas para escuelas, orfanatos, hospitales, hospicios y demás instituciones de caridad, en las que sabe que la providencia de Dios ha puesto increíble eficacia para dilatar los dominios de la fe.
6. Colaboración pastoral de conjunto
28. Para este mismo efecto, el superior de Misión no se ha de encerrar de tal modo dentro de su territorio, que tenga por cosa ajena todo lo que no entra dentro de su círculo de acción; sino que, en virtud de la fuerza expansiva del amor de Cristo, cuya gloria debe interesarle como propia en todas partes, debe procurar mantener trato y amistosas relaciones con sus colegas vecinos, toda vez que, dentro de una misma región, hay otros muchos asuntos comunes que naturalmente no pueden solucionarse sino de común acuerdo.
29. Por otro lado, sería de grandísimo provecho para la religión que los superiores de Misión, en el mayor número posible y en determinados tiempos, tuviesen sus reuniones donde poder aconsejarse y animarse mutuamente